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    Dia de las Letras Gallegas - 17-5-2012

    Fran
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    Mensajes : 548
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    2012 - Dia de las Letras Gallegas - 17-5-2012 Empty Dia de las Letras Gallegas - 17-5-2012

    Mensaje por Fran Jue Mayo 17, 2012 3:57 pm

    Como hoy es el dia de las letras Gallegas os voy a poner una poesia de "ROSALIA DE CASTRO"
    2012 - Dia de las Letras Gallegas - 17-5-2012 4614836278_07d89972e7

    A ORILLAS DEL SAR

    I

    A través del follaje perenne
    que oír deja rumores extraños,
    y entre un mar de ondulante verdura,
    amorosa mansión de los pájaros,
    desde mis ventanas veo
    el templo que quise tanto.

    El templo que tanto quise...,
    pues no sé decir ya si le quiero,
    que en el rudo vaivén que sin tregua
    se agitan mis pensamientos,
    dudo si el rencor adusto
    vive unido al amor en mi pecho.


    2

    ¡Otra vez!, tras la lucha que rinde
    y la incertidumbre amarga
    del viajero que errante no sabe
    dónde dormirá mañana,
    en sus lares primitivos
    halla un breve descanso mi alma.

    Algo tiene este blando reposo
    de sombrío y de halagüeño,
    cual lo tiene, en la noche callada,
    de un ser amado el recuerdo,
    que de negras traiciones y dichas
    inmensas, nos habla a un tiempo.

    Ya no lloro..., y no obstante, agobiado
    y afligido mi espíritu, apenas
    de su cárcel estrecha y sombría
    osa dejar las tinieblas
    para bañarse en las ondas
    de luz que el espacio llenan.

    Cual si en suelo extranjero me hallase,
    tímida y hosca, contemplo
    desde lejos los bosques y alturas
    y los floridos senderos
    donde en cada rincón me aguardaba
    la esperanza sonriendo.


    3

    Oigo el toque sonoro que entonces
    a mi lecho a llamarme venía
    con sus ecos que el alba anunciaban,
    mientras, cual dulce caricia,
    un rayo de sol dorado
    alumbraba mi estancia tranquila.

    Puro el aire, la luz sonrosada,
    ¡qué despertar tan dichoso!
    Yo veía entre nubes de incienso,
    visiones con alas de oro
    que llevaban la venda celeste
    de la fe sobre sus ojos...

    Ese sol es el mismo, mas ellas
    no acuden a mi conjuro;
    y a través del espacio y las nubes,
    y del agua en los limbos confusos,
    y del aire en la azul transparencia,
    ¡ay!, ya en vano las llamo y las busco.

    Blanca y desierta la vía
    entre los frondosos setos
    y los bosques y arroyos que bordan
    sus orillas, con grato misterio
    atraerme parece y brindarme
    a que siga su línea sin término.

    Bajemos, pues, que el camino
    antiguo nos saldrá al paso,
    aunque triste, escabroso y desierto,
    y cual nosotros cambiado,
    lleno aún de las blancas fantasmas
    que en otro tiempo adoramos.


    4

    Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota,
    caigo en la senda amiga, donde una fuente brota
    siempre serena y pura,
    y con mirada incierta, busco por la llanura
    no sé qué sombra vana o que esperanza muerta,
    no sé qué flor tardía de virginal frescura
    que no crece en la vía arenosa y desierta.

    De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda,
    gallardamente arranca al pie de la vereda
    La Torre y sus contornos cubiertos de follaje,
    prestando a la mirada descanso en su ramaje
    cuando de la ancha vega por vivo sol bañada
    que las pupilas ciega,
    atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada.

    Como un eco perdido, como un amigo acento
    que sueña cariñoso,
    el familiar chirrido del carro perezoso
    corre en alas del viento y llega hasta mi oído
    cual en aquellos días hermosos y brillantes
    en que las ansias mías eran quejas amantes,
    eran dorados sueños y santas alegrías.

    Ruge la Presa lejos..., y, de las aves nido,
    Fondón cerca descansa;
    la cándida abubilla bebe en el agua mansa
    donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa
    beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa
    las aguas del olvido, que es de la muerte hermano;
    donde de los vencejos que vuelan en la altura,
    la sombra se refleja;
    y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla
    por entre la verdura de la frondosa orilla.


    5

    ¡Cuán hermosa es tu vega, oh Padrón, oh Iria Flavia!
    Mas el calor, la vida juvenil y la savia
    que extraje de tu seno,
    como el sediento niño el dulce jugo extrae
    del pecho blanco y lleno,
    de mi existencia oscura en el torrente amargo
    pasaron, cual barrida por la inconstancia ciega,
    una visión de armiño, una ilusión querida,
    un suspiro de amor.

    De tus suaves rumores la acorde consonancia,
    ya para el alma yerta tornóse bronca y dura
    a impulsos del dolor;
    secáronse tus flores de virginal fragancia;
    perdió su azul tu cielo, el campo su frescura,
    el alba su candor.
    La nieve de los años, de la tristeza el hielo
    constante, al alma niegan toda ilusión amada,
    todo dulce consuelo.
    Sólo los desengaños preñados de temores,
    y de la duda el frío,
    avivan los dolores que siente el pecho mío,
    y ahondando mi herida,
    me destierran del cielo, donde las fuentes brotan
    eternas de la vida.


    6

    ¡Oh tierra, antes y ahora, siempre fecunda y bella!
    Viendo cuán triste brilla nuestra fatal estrella,
    del Sar cabe la orilla
    al acabarme, siento la sed devoradora
    y jamás apagada que ahoga el sentimiento,
    y el hambre de justicia, que abate y que anonada
    cuando nuestros clamores los arrebata el viento
    de tempestad airada.

    Ya en vano el tibio rayo de la naciente aurora
    tras del Miranda altivo,
    valles y cumbres dora con su resplandor vivo;
    en vano llega mayo de sol y aromas lleno,
    con su frente de niño de rosas coronada,
    y con su luz serena:
    en mi pecho ve juntos el odio y el cariño,
    mezcla de gloria y pena,
    mi sien por la corona del mártir agobiada
    y para siempre frío y agotado mi seno.


    7

    Ya que de la esperanza, para la vida mía,
    triste y descolorido ha llegado el ocaso,
    a mi morada oscura, desmantelada y fría,
    tornemos paso a paso,
    porque con su alegría no aumente mi amargura
    la blanca luz del día.

    Contenta el negro nido busca el ave agorera;
    bien reposa la fiera en el antro escondido,
    en su sepulcro el muerto, el triste en el olvido
    y mi alma en su desierto.


    II

    1

    Los unos altísimos,
    los otros menores,
    con su eterno verdor y frescura,
    que inspira a las almas
    agrestes canciones,
    mientras gime al chocar con las aguas
    la brisa marina de aromas salobres,
    van en ondas subiendo hacia el cielo
    los pinos del monte.

    De la altura la bruma desciende
    y envuelve las copas
    perfumadas, sonoras y altivas
    de aquellos gigantes
    que el Castro coronan;
    brilla en tanto a sus pies el arroyo
    que alumbra risueña
    la luz de la aurora,
    y los cuervos sacuden sus alas,
    lanzando graznidos
    y huyendo la sombra.

    El viajero, rendido y cansado,
    que ve del camino la línea escabrosa
    que aún le resta que andar, anhelara,
    deteniéndose al pie de la loma,
    de repente quedar convertido
    en pájaro o fuente,
    en árbol o en roca.


    2

    Los unos altísimos,
    los otros menores,
    con su eterno verdor y frescura,
    que inspira a las almas
    agrestes canciones,
    mientras gime al chocar con las aguas
    la brisa marina de aromas salobres,
    van en ondas subiendo hacia el cielo
    los pinos del monte.

    De la altura la bruma desciende
    y envuelve las copas
    perfumadas, sonoras y altivas
    de aquellos gigantes
    que el Castro coronan;
    brilla en tanto a sus pies el arroyo
    que alumbra risueña
    la luz de la aurora,
    y los cuervos sacuden sus alas,
    lanzando graznidos
    y huyendo la sombra.

    El viajero, rendido y cansado,
    que ve del camino la línea escabrosa
    que aún le resta que andar, anhelara,
    deteniéndose al pie de la loma,
    de repente quedar convertido
    en pájaro o fuente,
    en árbol o en roca.


    3

    Era apacible el día
    y templado el ambiente,
    y llovía, llovía
    callada y mansamente;
    y mientras silenciosa
    lloraba yo y gemía,
    mi niño, tierna rosa,
    durmiendo se moría.

    Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
    Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

    Tierra sobre el cadáver insepulto
    antes que empiece a corromperse..., ¡tierra!
    Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos;
    bien pronto en los terrones removidos
    verde y pujante crecerá la hierba.

    ¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
    torvo el mirar, nublado el pensamiento?
    ¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!
    jamás el que descansa en el sepulcro
    ha de tornar a amaros ni a ofenderos,

    ¡Jamás! ¿Es verdad que todo
    para siempre acabó ya?
    No, no puede acabar lo que es eterno,
    ni puede tener fin la inmensidad.

    Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
    te espera aún con amoroso afán,
    y vendrás o iré yo, bien de mi vida,
    allí donde nos hemos de encontrar.

    Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
    que no morirá jamás,
    y que Dios, porque es justo y porque es bueno,
    a desunir ya nunca volverá.

    En el cielo, en la tierra, en lo insondable
    yo te hallaré y me hallarás.
    No, no puede acabar lo que es eterno,
    ni puede tener fin la inmensidad.

    Mas... es verdad, ha partido
    para nunca más tornar.
    Nada hay eterno para el hombre, huésped
    de un día en este mundo terrenal
    en donde nace, vive y al fin muere,
    cual todo nace, vive y muere acá.


    4

    Una luciérnaga entre el musgo brilla
    y un astro en las alturas centellea;
    abismo arriba, y en el fondo abismo;
    ¿qué es al fin lo que acaba y lo que queda?
    En vano el pensamiento
    indaga y busca en lo insondable, ¡oh ciencia!
    Siempre, al llegar al término, ignoramos
    qué es al fin lo que acaba y lo que queda.

    Arrodillada ante la tosca imagen,
    mi espíritu, abismado en lo infinito,
    impía acaso, interrogando al cielo
    y al infierno a la vez, tiemblo y vacilo.
    ¿Qué somos? ¿Qué es la muerte? La campana
    con sus ecos responde a mis gemidos
    desde la altura, y sin esfuerzo el llanto
    baña ardiente mi rostro enflaquecido.

    ¡Qué horrible sufrimiento! ¡Tú tan solo
    lo puedes ver y comprender, Dios mío!
    ¿Es verdad que los ves? Señor, entonces,
    piadoso y compasivo
    vuelve a mis ojos la celeste venda
    de la fe bienhechora que he perdido,
    y no consientas, no, que cruce errante,
    huérfano y sin arrimo,
    acá abajo los yermos de la vida,
    más allá las llanadas del vacío.

    Sigue tocando a muerto, y siempre mudo
    e impasible el divino
    rostro del Redentor, deja que envuelto
    en sombras quede el humillado espíritu.
    Silencio, siempre; únicamente el órgano
    con sus acentos místicos
    resuena allá de la desierta nave
    bajo el arco sombrío.

    Todo acabó quizás, menos mi pena,
    puñal de doble filo;
    todo, menos la duda que nos lanza
    de un abismo de horror en otro abismo.

    Desierto el mundo, despoblado el cielo,
    enferma el alma y en el polvo hundido
    el sacro altar en donde
    se exhalaron fervientes mis suspiros,
    en mil pedazos roto
    mi Dios, cayó al abismo,
    y al buscarle anhelante, sólo encuentro
    la soledad inmensa del vacío.

    De improviso los ángeles
    desde sus altos nichos
    de mármol, me miraron tristemente
    y una voz dulce resonó en mi oído:
    "Pobre alma, espera y llora
    a los pies del Altísimo;
    mas no olvides que al cielo
    nunca ha llegado el insolente grito
    de un corazón que de la vil materia
    y del barro de Adán formó sus ídolos."


    5

    Adivínase el dulce y perfumado
    calor primaveral;
    los gérmenes se agitan en la tierra
    con inquietud en su amoroso afán,
    y cruzan por los aires, silenciosos,
    átomos que se besan al pasar.

    Hierve la sangre juvenil, se exalta
    lleno de aliento el corazón, y audaz
    el loco pensamiento sueña y cree
    que el hombre es, cual los dioses, inmortal,
    No importa que los sueños sean mentira,
    ya que al cabo es verdad
    que es venturoso el que soñando muere,
    infeliz el que vive sin soñar.

    ¡Pero qué aprisa en este mundo triste
    todas las cosas van!
    ¡Que las domina el vértigo creyérase!
    La que ayer fue capullo, es rosa ya,
    y pronto agostará rosas y plantas
    el calor estival.


    6

    Candente está la atmósfera;
    explora el zorro la desierta vía;
    insalubre se torna
    del limpio arroyo el agua cristalina,
    y el pino aguarda inmóvil
    los besos inconstantes de la brisa

    Imponente silencio
    agobia la campiña;
    sólo el zumbido del insecto se oye
    en las extensas y húmedas umbrías,
    monótono y constante
    como el sordo estertor de la agonía.

    Bien pudiera llamarse, en el estío,
    la hora del mediodía,
    noche en que al hombre, de luchar cansado,
    más que nunca le irritan
    de la materia la imponente fuerza
    y del alma las ansias infinitas.

    Volved, ¡oh, noches del invierno frío,
    nuestras viejas amantes de otros días!
    Tornad con vuestros hielos y crudezas
    a refrescar la sangre enardecida
    por el estío insoportable y triste...
    ¡Triste... lleno de pámpanos y espigas!

    Frío y calor, otoño o primavera,
    ¿dónde..., dónde se encuentra la alegría?
    Hermosas son las estaciones todas
    para el mortal que en sí guarda la dicha;
    mas para el alma desolada y huérfana
    no hay estación risueña ni propicia.


    7

    Un manso río, una vereda estrecha,
    un campo solitario y un pinar,
    y el viejo puente rústico y sencillo
    completando tan grata soledad.

    ¿Qué es soledad? Para llenar el mundo
    basta a veces un solo pensamiento.
    Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras
    el puente, el río y el pinar desiertos.

    No son nube ni flor los que enamoran;
    eres tú, corazón, triste o dichoso,
    ya del dolor y del placer el árbitro,
    quien seca el mar y hace habitar el polo.


    8

    -Detente un punto, pensamiento inquieto;
    la victoria te espera,
    el amor y la gloria te sonríen.
    ¿Nada de esto te halaga ni encadena?
    -Dejadme solo y olvidado y libre;
    quiero errante vagar en las tinieblas;
    mi ilusión más querida
    sólo allí dulce y sin rubor me besa.


    9

    Moría el sol, y las marchitas hojas
    de los robles, a impulso de la brisa,
    en silenciosos y revueltos giros
    sobre el fango caían:
    ellas, que tan hermosas y tan puras
    en el abril vinieron a la vida.

    Ya era el otoño caprichoso y bello:
    ¡cuán bella y caprichosa es la alegría!
    Pues en la tumba de las muertas hojas
    vieron sólo esperanzas y sonrisas.

    Extinguióse la luz: llegó la noche
    como la muerte y el dolor, sombría;
    estalló el trueno, el río desbordóse
    arrastrando en sus aguas a las víctimas;
    y murieron dichosas y contentas...
    ¡Cuán bella y caprichosa es la alegría!


    10

    Del rumor cadencioso de la onda
    y el viento que muge;
    del incierto reflejo que alumbra
    la selva o la nube;
    del piar de alguna ave de paso;
    del agreste ignorado perfume
    que el céfiro roba
    al valle o a la cumbre,
    mundos hay donde encuentran asilo
    las almas que al peso
    del mundo sucumben.
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    Mensaje por Michel Vie Mayo 18, 2012 7:49 am

    Fran, gracias por este precioso poema de una gallega universal; Rosalía de Castro.

    Aquí os dejo yo este poema corto que me fascina de otro grande; Gustavo Adolfo Bécquer.




    2012 - Dia de las Letras Gallegas - 17-5-2012 Becquer


    Al brillar un relámpago nacemos,
    y aún dura su fulgor cuando morimos;
    ¡tan corto es el vivir!

    La Gloria y el Amor tras que corremos
    sombras de un sueño son que perseguimos;
    ¡despertar es morir!



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    Mensaje por Isis Dom Mayo 20, 2012 8:03 pm

    Gracias chicos...que bellos poemas...y... que grandes sus autores!

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