Aunque las causas pueden ser muchas, a medida también de cada persona, en tiempos de crisis lo más razonable es vincular la aspiración de un trabajador por prolongar su jornada laboral a las carencias en el bolsillo. Que lo que alguien gana sea, sencillamente, insuficiente. Uno de cada diez ocupados en Galicia está en esa situación. Son más de 118.000, de los que 95.600 se encuentran subempleados –es decir, con contratos que no llegan al máximo de horas legales y que muestran su disposición a trabajar más tiempo– y el resto, unos 23.000, cuentan con un puesto en mejores condiciones, pero que tampoco satisface sus objetivos, según los últimos datos que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE). Un reflejo del panorama económico y la contestación a la indisimulada crítica que la canciller alemana, Angela Merkel, lanzó estos días a España y el resto de países conocidos como periféricos por la duración de sus periodos de vacaciones.
De ese casi 11% de la población ocupada en la comunidad que desea trabajar más horas, la inmensa mayoría apuesta por hacerlo sin tener que cambiar de empresa. El 48,4% del total, exactamente. Otro 14,6% enfoca hacia otro empleo para lograr un horario mayor y un 2,7% por echar mano de un segundo puesto para compensar. Hay un 32,3% que está por encima de preferencias personales y aprovecharía una oportunidad por cualquiera de esas tres opciones. El reparto de intenciones es prácticamente igual en el caso concreto de los contratados parciales y los que tienen jornada completa y quieren sumar más horas de las habituales.
Con las innumerables dificultades que hoy existen en el mercado laboral –la reducción de ocupación en Galicia ronda el 50% y el paro se asienta en un récord histórico, superada la psicológica barrera de los 200.000 desempleados–, sin apenas oportunidades, hasta 51.300 trabajadores tenían al cierre de 2010 –suponen unos 15.000 menos que el año anterior– la firme intención de buscar otro puesto. Alrededor de 18.000, el 35%, persigue mejorar las condiciones de su empleo actual y un 19%, prácticamente 10.000 personas, temía por la inseguridad de su contrato en ese momento. Un 7% se considera infrautilizado –más entre las mujeres, el 8,5%, que entre los hombres, un 6,7%– y el 38% se apoya en otras causas.
Lo ocurrido con muchos de los que engrosan las listas del paro explica los elevados porcentajes de los que buscan otro trabajo porque ven cerca el final del que tienen o porque no les convence. Los 183.000 desempleados gallegos registrados al final del pasado ejercicio y que habían trabajado con anterioridad –hay 17.000 que nunca tuvieron empleo– están en la calle, básicamente, porque su contrato finalizó y no fueron renovados. El 53,5%, 98.000 personas, un 20% más que en 2009 y un 135% superior a las cifras en las que se movía Galicia durante los años de bonanza. Otros 33.300, según el INE, se quedaron fuera a través de un despido o la supresión del puesto que desempeñaban, incluidos los ERE.
El número de parados que en su momento dejó el trabajo por incapacidad o enfermedad asciende a 4.500. Otros 2.500 por una tregua para formarse. Hasta 900 porque tenían a un niño o dependiente que cuidar –en 2009 eran 1.500– y 1.300 más por otro tipo de responsabilidades familiares. El volumen de desempleados de larga duración sigue la disparada progresión al alza y representaban ya en diciembre de 2010 el 17%.
La radiografía de la ocupación en Galicia elaborada por el INE en la Encuesta de Población Activa (EPA) revela que más del 68% de los trabajadores de la comunidad, 750.000 del total de 1,1 millones que hay, son empleados rasos. Un 6,5% asume las tareas de encargado o jefe. Los mandos intermedios representan un 3%. Otro 7,4% es director de departamento o de una pequeña empresa y un 0,7% de compañías de mayor tamaño. Algo más de un 14%, 156.700, son ocupados independientes. Ni tienen jefe ni subordinados. La diferencia por sexos es más que llamativa y confirma la existencia todavía de un techo de cristal. Hay el doble de hombres que de mujeres en la dirección, seis veces más entre las grandes empresas y casi el triple de encargados que de encargadas.
Y la recesión, ¿cómo afectó a cada uno de los prototipos de puesto de trabajo? Pues con una diferencia abismal entre ellos. Frente a los descensos del 21% entre los encargados y capataces, del 30% en mandos intermedios y un 12% entre los máximos responsables de pymes, el volumen de grandes directores se disparó en 2010 más de un 31%, hay 1.900 más. El recorte entre los empleados sin responsabilidades fue de solo un 1% y el número de autoempleados se elevó en ese mismo porcentaje.
De ese casi 11% de la población ocupada en la comunidad que desea trabajar más horas, la inmensa mayoría apuesta por hacerlo sin tener que cambiar de empresa. El 48,4% del total, exactamente. Otro 14,6% enfoca hacia otro empleo para lograr un horario mayor y un 2,7% por echar mano de un segundo puesto para compensar. Hay un 32,3% que está por encima de preferencias personales y aprovecharía una oportunidad por cualquiera de esas tres opciones. El reparto de intenciones es prácticamente igual en el caso concreto de los contratados parciales y los que tienen jornada completa y quieren sumar más horas de las habituales.
Con las innumerables dificultades que hoy existen en el mercado laboral –la reducción de ocupación en Galicia ronda el 50% y el paro se asienta en un récord histórico, superada la psicológica barrera de los 200.000 desempleados–, sin apenas oportunidades, hasta 51.300 trabajadores tenían al cierre de 2010 –suponen unos 15.000 menos que el año anterior– la firme intención de buscar otro puesto. Alrededor de 18.000, el 35%, persigue mejorar las condiciones de su empleo actual y un 19%, prácticamente 10.000 personas, temía por la inseguridad de su contrato en ese momento. Un 7% se considera infrautilizado –más entre las mujeres, el 8,5%, que entre los hombres, un 6,7%– y el 38% se apoya en otras causas.
Lo ocurrido con muchos de los que engrosan las listas del paro explica los elevados porcentajes de los que buscan otro trabajo porque ven cerca el final del que tienen o porque no les convence. Los 183.000 desempleados gallegos registrados al final del pasado ejercicio y que habían trabajado con anterioridad –hay 17.000 que nunca tuvieron empleo– están en la calle, básicamente, porque su contrato finalizó y no fueron renovados. El 53,5%, 98.000 personas, un 20% más que en 2009 y un 135% superior a las cifras en las que se movía Galicia durante los años de bonanza. Otros 33.300, según el INE, se quedaron fuera a través de un despido o la supresión del puesto que desempeñaban, incluidos los ERE.
El número de parados que en su momento dejó el trabajo por incapacidad o enfermedad asciende a 4.500. Otros 2.500 por una tregua para formarse. Hasta 900 porque tenían a un niño o dependiente que cuidar –en 2009 eran 1.500– y 1.300 más por otro tipo de responsabilidades familiares. El volumen de desempleados de larga duración sigue la disparada progresión al alza y representaban ya en diciembre de 2010 el 17%.
La radiografía de la ocupación en Galicia elaborada por el INE en la Encuesta de Población Activa (EPA) revela que más del 68% de los trabajadores de la comunidad, 750.000 del total de 1,1 millones que hay, son empleados rasos. Un 6,5% asume las tareas de encargado o jefe. Los mandos intermedios representan un 3%. Otro 7,4% es director de departamento o de una pequeña empresa y un 0,7% de compañías de mayor tamaño. Algo más de un 14%, 156.700, son ocupados independientes. Ni tienen jefe ni subordinados. La diferencia por sexos es más que llamativa y confirma la existencia todavía de un techo de cristal. Hay el doble de hombres que de mujeres en la dirección, seis veces más entre las grandes empresas y casi el triple de encargados que de encargadas.
Y la recesión, ¿cómo afectó a cada uno de los prototipos de puesto de trabajo? Pues con una diferencia abismal entre ellos. Frente a los descensos del 21% entre los encargados y capataces, del 30% en mandos intermedios y un 12% entre los máximos responsables de pymes, el volumen de grandes directores se disparó en 2010 más de un 31%, hay 1.900 más. El recorte entre los empleados sin responsabilidades fue de solo un 1% y el número de autoempleados se elevó en ese mismo porcentaje.
