A cada uno de los seis títulos en París le sucedió el salto inmediato a la hierba. La lógica celebración en la noche del domingo, compromisos de rigor en la mañana del lunes, viaje esa misma tarde, un partido de dobles el martes y primer individual el miércoles. Ésa es la secuencia habitual de Rafael Nadal, muy distinta a la que ejecutaron otros campeones españoles de Roland Garros, poco predispuestos a hacerse valer en el pasto. En 2005, tras coronarse por primera vez, el zurdo se fue a Halle. Perdió en la primera ronda con el alemán Waske, 147º del mundo. Un año después abandonó por precaución en cuartos de Queen's ante Lleyton Hewitt. En menos de dos semanas disputaría frente a Federer su primera final de Wimbledon. En 2007 cayó contra Mahut -que acaba de editar un libro sobre su eterno partido con Isner- también en cuartos de Queen's. Perdió, en cinco sets, la final ante Federer en el All England Club. En 2008 ganó el título en Queen's, tras un formidable encuentro con Djokovic. Era la antesala de su primera victoria en la catedral, en aquel partido para el que ya se han agotado los calificativos. El año pasado cayó con Feliciano López en cuartos en el torneo que viene disputando regularmente como aperitivo de la gran cita de la hierba. Ganó, ante Berdych, su segundo Wimbledon.
Novak Djokovic y Roger Federer saltarán directamente de la tierra a la hierba. El suizo, pentacampeón en Halle y derrotado por Hewitt en la final de 2010, se ha caído del cartel. Viene de una final en París yel 8 de agosto cumple 30 años. El dos y el tres del mundo son, junto a Nadal, los grandes favoritos para el título en Wimbledon. La final de Queen's la disputan mañana Murray, nuevamente candidato a heredar la copa de Fred Perry, y Tsonga. La de Halle, Kohlschreiber y Petzschner. Nadal pasó dos rondas en Queen's y compitió en tres disputados sets ante Tsonga. La receta se ha revelado suficiente para el gran objetivo, como también lo fue, hace tres años, con el cuerpo menos castigado que ahora, ir con todo al coqueto club. Nadal no es de los que baja la guardia, casi ni en los amistosos, pero sabe que conviene andarse con cuidado y dirigir las energías a los objetivos que realmente importan a un poseedor de diez títulos del Grand Slam. La derrota no es motivo alguno de preocupación. Posee actitud y aptitud suficiente en una superficie que desde hace tiempo carece de secretos para él. Ha jugado ya cuatro finales en Wimbledon, sólo dos menos que en Roland Garros. Borg, a quien acaba de igualar con su sexto título en el templo de la arcilla, hizo el penta en Londres. Él va a pelear muy en serio por la tercera copa.
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