Explica Jorge Valdano que se observa un fenómeno curioso repasando la historia del Real Madrid y del Barcelona, dos caras de la misma moneda en tantísimos sentidos. Como el Madrid ganaba títulos y los azulgranas no acababan de ser el grande de Europa que su historia, base social y prestigio internacional exigía, el Barcelona tuvo que buscarse una explicación. La falta de éxito anterior al Dream Team y las aportaciones de cerebros privilegiados como Manuel Vázquez Montalbán permitió que se creara un cuerpo ideológico culé basado en ideas políticas y en un victimismo artificial. "Como el Madrid ganaba, nosotros no teníamos necesidad de hacer política ni ideología", cuenta Valdano.
Hoy la tortilla ha dado la vuelta. El Barcelona es el equipo respetado, ganador, elogiado en todas las esquinas del planeta y el Madrid necesita exponer por qué no llega al nivel de su máximo rival: de ahí surgen todo tipo de explicaciones que van desde los árbitros a las autoridades, pasando por la poca madurez de la plantilla blanca o la mala estructuración del club. Y el ideólogo de ese cuerpo ideológico es José Mourinho, que hoy cumple un año desde su presentación.
Lo que está intentando el portugués es quizá el mayor reto al que se ha enfrentado un preparador del Real Madrid: cambiar el club y superar al mejor Barcelona de la historia, uno de los mejores equipos que se ha visto nunca. Visionando un partido del Barça cuando era todavía entrenador del Inter, el portugués dijo: "Mírales. El rival les pone la alfombra roja, al árbitro sólo le falta pedirles autógrafos. La afición rival va al campo a disfrutar del Barça. Mañana, los medios, incluso los madrileños, escribirán lo buenos que son. Si acabo en el Bernabéu, voy a tener que poner una bomba a todo eso". Y ese principio, conseguir que el máximo rival se sienta incómodo, es la base de lo que ha pasado estos 12 meses.
No cambiará.
La final de Wembley demostró que al Barcelona no se le puede jugar de tú a tú. Ferguson es demasiado orgulloso para variar su estilo de juego y teme la reacción del público y de la audiencia internacional si lo hiciera. Mourinho está hecho de otra pasta: ignoró los primeros pitos de la temporada a la media hora de juego del primer partido en el Bernabéu, y al acabar el mismo, dijo a un amigo: "A mí me es igual que me piten. Vengo a hacer mi trabajo y nadie me hará cambiar".
Mourinho entendía que el Madrid era un triángulo con uno de los vértices (el espacio del entrenador) haciendo de base, por tanto inestable. Luchó encarnizadamente para que llegara otro delantero, expulsó de su espacio (Valdebebas, vestuario del Bernabéu, incluso aviones) al que no formaba parte de su cuerpo técnico, montó un grupo de elite para tomar decisiones (el fichaje de Callejón se llevó a cabo hace dos meses sin que nadie más que Florentino, José Angel Sánchez, Zidane y el propio Mourinho lo supieran) y de repente el triángulo (en realidad esa gigantesca máquina que es el Madrid) se movió: la base es ahora un lado del mismo. El club, entiende Mou, está estructurado como debe estarlo una institución como esta.
Le molestó que al principio no se le apoyara en sus protestas arbitrales y por eso realizó desde las bambalinas un castigo público a Jorge Valdano, una especie de advertencia al resto del club: necesitamos ir todos de la mano. Mourinho sabe que lo del Barcelona es extraordinario y ante ese nivel de juego hay que tomar también medidas extraordinarias. Cabe una duda legítima: ¿se cree Mourinho todas esas acusaciones que lanza contra las autoridades, el Barcelona, la UEFA? Por lo que uno sabe, sí, se cree la mayor parte de lo que dice.
La plantilla está diseñada a su gusto. El grupo siente que no es suficientemente exigente con Cristiano, pero Mourinho interpretó desde el primer día que al goleador había que cuidarle. Su método es establecer pautas defensivas y que el equipo crezca ofensivamente mientras compite. Mourinho tenía dudas antes del primer Clásico ("el fútbol es una caja de sorpresas, no sé cómo van a responder los míos", me dijo) pero poco a poco y tras ganar autoridad en el club, su plantilla sabe qué se espera de ellos.
El sábado en Londres se confirmó la sospecha de muchos: sólo el Madrid, cada vez más cerca del Barça como demostró la final de Copa, le puede parar los pies a su rival. La presión de los últimos dos meses, la misma que le hace dudar a Guardiola si seguir o no, se repetirá la temporada que viene. "Mourinho continuará con nosotros diez años más", dice un mandatario del Madrid. Sería la primera vez que el portugués, cuya personalidad y estrategia quema puentes a diario, esté tanto tiempo en un club. Lo que parece claro es que el Madrid tiene a un técnico (o mánager o como se le quiera llamar) capaz de acabar con la hegemonía del Barcelona.