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    ESPAÑA En busca del antizapatero El ganador de las elecciones de noviembre será, por biografía, por aspecto y por carácter, el reverso de la posmodernidad zapaterista

    puenterande
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    ESPAÑA En busca del antizapatero El ganador de las elecciones de noviembre será, por biografía, por aspecto y por carácter, el reverso de la posmodernidad zapaterista Empty ESPAÑA En busca del antizapatero El ganador de las elecciones de noviembre será, por biografía, por aspecto y por carácter, el reverso de la posmodernidad zapaterista

    Mensaje por puenterande Dom Jul 31, 2011 5:21 am

    ESPAÑA En busca del antizapatero El ganador de las elecciones de noviembre será, por biografía, por aspecto y por carácter, el reverso de la posmodernidad zapaterista Rajoyrubalcaba--644x362
    Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy medirán sus fuerzas el próximo 20 de noviembre
    Un hombre maduro, sereno, con barba, poco carismático, de conducta previsible, con amplia experiencia en la política y en el Gobierno. El retrato-robot del próximo presidente de España será una suerte de antítesis del actual, una figura de diametral disparidad con el perfil liviano, voluble y líquido —o gaseoso, más bien— que ha representado José Luis Rodríguez Zapatero, cuyos principales defectos como dirigente proceden de su falta de formación y de experiencia, de su prematuro y casi casual acceso a la cúpula del Estado. Sea quien sea el ganador de las próximas elecciones, España estará gobernada a partir de noviembre por un tipo de carácter juicioso, equilibrado y pragmático, capaz de transmitir una imagen de sensatez y prudencia en un tiempo de zozobra social y económica. Tanto Mariano Rajoy como Alfredo Pérez Rubalcaba son, en mayor o menor medida, por biografía, por aspecto y por talante, el reverso de la posmodernidad zapaterista y de su ensueño juvenil, relativista y tornadizo.

    Las elecciones del 20-N van a suponer, en ese sentido, el entierro de una política caracterizada por la trivialidad y el gestualismo que ha fracasado por falta de solidez ante el desafío de una crisis devastadora. La oferta de los dos grandes partidos, más allá de sus propuestas programáticas, se centra en el perfil similar de sus candidatos como hombres sensatos comprometidos con un concepto responsable del poder y del Estado. Ésa es la demanda esencial de la sociedad española tras el desplome del liderazgo zapaterista, apto para un país despreocupado y eufórico en momentos de prosperidad pero inválido cuando la recesión ha desbaratado las expectativas sociales. En un panorama devastado por el desempleo, el estancamiento y la ausencia de perspectivas, los ciudadanos requieren una gobernanza madura, fiable y alejada de experimentalismos.

    Imagen de solvencia
    Anclado en ese carácter de previsibilidad burguesa que se estrelló por dos veces contra el esplendor vacuo y sonriente de Zapatero, las sacudidas de la crisis lograron que Rajoy pasara a consolidarse como alternativa sin alterar un ápice su oferta ni su estilo. Los defectos que lastraban su despegue —ese aire algo chapado a la antigua, ausente de emociones y de empatía— dejaron de resultar importantes cuando la nación se empezó a asomar al abismo. Poco a poco, respaldado en la sólida imagen de solvencia económica y de gestión que el Partido Popular conserva en la sociología electoral de la exitosa etapa aznarista, Rajoy ha ido emergiendo como un líder templado capaz de suscitar confianza aunque no entusiasmo, mientras el presidente del Gobierno se hundía en valoración al aparecer como un gobernante inepto sobrepasado por las circunstancias, incapaz de detectar la crisis y de aplicar eficaces medidas correctoras. Y es precisamente ese rasgo de fiabilidad el que ha condicionado la elección del candidato socialista.

    El vertiginoso desmoronamiento de la imagen de Zapatero, ratificado desde 2009 con sucesivas derrotas en elecciones territoriales, provocó un corrimiento de tierras en el seno del PSOE. La dirigencia del partido ha propiciado en los últimos tiempos un auténtico putsch interno para cambiar de liderazgo y retornar al viejo estilo de socialdemocracia clásica arrumbado en la última década. La designación de Rubalcaba obedece a un espíritu de supervivencia que el socialismo ha identificado, a falta de nuevos liderazgos, con los valores del tardofelipismo; para propiciar el tránsito los centuriones del partido se confabularon en una conjura que impidiese la posible emergencia de una figura a imagen y semejanza de Zapatero. El aborto de las primarias prometidas por el presidente tenía la finalidad exclusiva de cerrar el paso a Carmen Chacón, en quien la vieja guardia felipista y los barones regionales veían una reencarnación femenina del zapaterismo.

    La candidatura de Rubalcaba surge así como un intento de encontrar una contrafigura de Rajoy, capaz, si no de cerrarle el paso hacia una victoria que los sondeos apuntan como inevitable, sí de evitar el descalabro que anule las perspectivas del PSOE durante una década. El aspirante socialista es lo más similar al adversario que su partido podía encontrar. Ambos han sido ministros de Educación y de Interior y portavoces del Gobierno; ambos han desarrollado una larga trayectoria política variada y versátil; ambos tienen una edad similar y un aspecto análogo; ambos emiten desde su perfil personal un mensaje de experiencia, respetabilidad y confianza. De ninguno de ellos cabe esperar grandes alardes emotivos, ni enardecidas oratorias de masas, ni cualidades demiúrgicas. Pero tampoco una ocurrencia de pata de banco ni una frivolidad en momentos dramáticos. Cualquiera de los dos sucumbiría en momentos de optimismo social frente a un candidato carismático; sin embargo parecen los carteles adecuados en un tiempo de congojas.

    Resulta obvio que Rajoy parte con amplia ventaja. No sólo porque lo digan las encuestas, sino porque Rubalcaba soporta el lastre de una herencia que no puede soslayar ante la opinión pública. Por más que haya representado la cara sensata de la inestabilidad zapaterista, su papel de hombre clave en el Gobierno le asocia a la responsabilidad del desastre. En campaña va a tratar de proyectarse como un político ajeno al pasado inmediato; va a recoger parte de las demandas del movimiento alternativo 15-M y se va a apoyar en la eficaz maquinaria de propaganda de un partido con amplia experiencia en la mercadotecnia política y el manejo de las redes sociales. Pero en su biografía política pesa, además de la evidente proximidad con Zapatero, el aura de maquinaciones e intrigas que siempre ha rodeado su trayectoria: su imagen está asociada a episodios oscuros de cañerías de poder, a los manejos —sin duda eficaces, pero muy polémicos— de la trastienda del Estado.

    Vuelco político
    Enfrente, Rajoy va transportado por una oleada sociológica que minimiza sus defectos y los recelos que la derecha despierta aún en gran parte del electorado: la consolidación prácticamente irreversible de la necesidad de un vuelco político. En la opinión pública ha cuajado la idea de página pasada, de alternativa, de cambio de ciclo, y esa sensación colectiva es más potente que cualquier programa electoral. Un ochenta por ciento de los ciudadanos, según el CIS, creen que el PP va a ganar las elecciones; será difícil que ese estado de ánimo no alcance a propagarse a las urnas.

    El reto del candidato del PP es lograr que se trasluzca en una mayoría absoluta o suficiente. Si no la obtiene quedará a merced de un posible pacto entre el PSOE y los nacionalismos vasco y catalán que podría, por primera vez desde la restauración democrática, propiciar un Gobierno liderado por alguien que no haya ganado las elecciones. Ése es el horizonte más optimista que divisa el esfuerzo de Rubalcaba, lo bastante experto para saber que rebasar a Rajoy es un objetivo hoy por hoy fuera de sus posibilidades. El aspirante socialista se sabe o se cree capaz de derrotar a su oponente en un debate cara a cara; pero también conoce el hándicap de salida con que cuenta su empeño. Para muchos de sus compañeros de partido, sería suficiente logro evitar una derrota apabullante como la que ahora pronostican los estudios de opinión. Y al final, la incógnita que decidirá el resultado es la de hasta qué punto las elecciones de noviembre van a juzgar aún el mandato de Zapatero, que aún puede, al revés del Cid, cosechar su última derrota después de liquidado.
    http://www.abc.es/20110731/espana/abci-busca-antizapatero-201107302311.html

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