Las historias de la gente están ahora en las paredes del metro.
"Estaba pasando por una época
difícil y un día, cuando estaba bajando las escaleras del metro, estallé
en sollozos. Una chica corrió hacia mí y me abrazó por unos cinco
minutos. Fue tan amorosa y ni siquiera sé su nombre".
Éste es apenas uno de los muchos momentos que ha
recolectado el proyecto "Amabilidad en el metro" de Transporte para
Londres (TFL).
Las
historias reconfortantes en los profundos túneles del ferrocarril
subterráneo más antiguo del mundo no sólo están siendo registradas en el
sitio virtual de TFL, sino que van apareciendo también en las paredes
del metro, para leer mientras llega el tren.
Entre ellas, varias sobre gente que se toma la
molestia de consolar a quienes ven en apuros, algo que sorprende dada la
distancia que mantienen los londinenses, particularmente cuando están
obligados a ser parte de la multitud.
La francesa Sandrine cuenta que cuando llegó a
Londres por primera vez, le llamó la atención que nadie hablara en el
metro. Pero un día, en el que había terminado con su novio, "estaba
llorando y había una pareja sentada al lado mio. Antes de bajarse, la
mujer me dio un pañuelo y el hombre me dijo: 'sólo recuerda que todas
las tormentas pasan'".
Corazones rotos
Así hay varias historias más de personas que
bajaron las escaleras del metro con el corazón roto y terminaron
sonriendo entre las lágrimas.
Abundan los recuerdos de una mano amiga cuando la vida era triste.
"Mi novio había terminado conmigo y en el metro
un chico que iba con una guitarra me preguntó cuál era mi canción
favorita. Tocó "Imagine" y cuando le quise dar una propina, la rechazó y
dijo: 'sólo quería verla sonreír'".
"Estaba sufriendo un dolor terrible por la
muerte de mi padre y mi hermano, e iba camino a casa. Salí del tren a
tropezones y llorando, y convencida de que era invisible para el mundo.
Pero una mujer se acercó a preguntarme si estaba bien. Me dejó con una
calidez en el corazón".
Y a veces, las lágrimas brotan por otro tipo de
pérdidas. La londinense recuerda un día en el que todo un vagón ayudó a
acallar el llanto de un niño.
"Oí al niño llorar y levanté la vista de mi
libro. Su globo de helio se le había escapado y ya casi no lo podía ni
ver. Alguien lo alcanzó y empezaron a pasarlo desde el otro extremo del
vagón. Todos terminamos sonriendo, no sólo el chico que recuperó su
globo".
En otro tren, un padre no lograba hacer que sus
dos pequeños hijos dejaran de llorar, así que un pasajero que estaba
cerca sacó de un tubo que llevaba un puñado de plumas de pavo real y les
empezó a hacer cosquillas con ellas. "Hizo que todo el vagón se
empezara a reír, contagiados por las carcajadas de los deleitados bebés.
Y el agradecido padre dejó escapar el suspiro de alivio más profundo
que he oído".
Burbujas
Pero en otras ocasiones, ocurren cosas sencillamente porque sí.
Sarah estaba en el metro con su hermana cuando otro pasajero encontró una botella de líquido para hacer pompas de jabón.
Hay cosas que hacen que todo un vagón sonría.
"El chico empezó a llenar el vagón de burbujas y
luego se lo pasó a la mujer que estaba sentada a su lado. Todos
terminamos haciendo pompas de jabón y muertos de la risa".
Otra chica recuerda como un día, "el caballero
que estaba sentado frente a mí no paraba de mirarme y de escribir algo
en un pedazo de papel. Cuando volví a mirarlo, había levantado el papel y
en él se leía: 'eres bella'. Para mí es inolvidable, no sólo por la
amabilidad de decir palabras tan bonitas, sino porque tuvo la valentía
de hacerlo".
Y luego están las muchas historias sobre los esfuerzos que hace la gente por devolver propiedad perdida.
Como la de un hombre que encontró el teléfono de
un estudiante asiático y llamó a Australia a pedir que le ayudaran a
ubicarlo en Londres para poder devolvérselo.
O la de Sam, quien al bajarse de un tren, vio
que un hombre golpeaba frenético la ventana y gesticulaba: "¡la próxima
estación!", mientras le mostraba su teléfono. "Me monté en el siguiente
tren y en efecto estaba esperándome, junto con su esposa y tres hijos.
Puso el teléfono en mi mano y salió corriendo. Nunca pude decirle
gracias".
Cuando la pérdida es aún más preciosa, también hay alguien dipuesto a ayudar.
"Mi hermano y yo eramos pequeños cuando vinimos
por primera vez de vacaciones y mi padre estaba cargando todas la
maletas. Cuando vimos el tren, salimos corriendo y nos montamos a pesar
de que nos gritó que no lo hiciéramos. El tren partió con nosotros pero
sin él. Una señora que nos vio llorando, se bajó con nosotros y esperó
hasta que mi papá nos encontró".
Amable exploración
El artista Michael Landy quería explorar la amabilidad.
Quien maneja el proyecto es el artista Michael
Landy, famoso por destruir todo lo que poseía en la vitrina de una
tienda en Oxford Street.
"Estaba buscando la situación idónea para
explorar cuál es el valor de la amabilidad, qué significa y que tipo de
intercambio implica el darle una mano a alguien", señala Landy.
El metro, a juzgar por las historias que todavía
siguen llegando, es un buen lugar. Gestos amables que se quedan en la
memoria de sus usuarios suceden en los vagones de los trenes, en sus
corredores, en las escaleras... y hasta en sus puertas.
"Al salir de la estación de Oxford Circus una
noche de lluvia torrencial, me quedé mirando derrotada los ríos que se
habían formado y una mujer pasó con un paraguas de golf. 'Aquí hay
suficiente espacio para dos', dijo...
Se me pusieron los pelos de punta esta mañana leyendo esto.... un beso amig@s desde Londres.
-Laury-
"Estaba pasando por una época
difícil y un día, cuando estaba bajando las escaleras del metro, estallé
en sollozos. Una chica corrió hacia mí y me abrazó por unos cinco
minutos. Fue tan amorosa y ni siquiera sé su nombre".
Éste es apenas uno de los muchos momentos que ha
recolectado el proyecto "Amabilidad en el metro" de Transporte para
Londres (TFL).
Las
historias reconfortantes en los profundos túneles del ferrocarril
subterráneo más antiguo del mundo no sólo están siendo registradas en el
sitio virtual de TFL, sino que van apareciendo también en las paredes
del metro, para leer mientras llega el tren.
Entre ellas, varias sobre gente que se toma la
molestia de consolar a quienes ven en apuros, algo que sorprende dada la
distancia que mantienen los londinenses, particularmente cuando están
obligados a ser parte de la multitud.
La francesa Sandrine cuenta que cuando llegó a
Londres por primera vez, le llamó la atención que nadie hablara en el
metro. Pero un día, en el que había terminado con su novio, "estaba
llorando y había una pareja sentada al lado mio. Antes de bajarse, la
mujer me dio un pañuelo y el hombre me dijo: 'sólo recuerda que todas
las tormentas pasan'".
Corazones rotos
Así hay varias historias más de personas que
bajaron las escaleras del metro con el corazón roto y terminaron
sonriendo entre las lágrimas.
Abundan los recuerdos de una mano amiga cuando la vida era triste.
"Mi novio había terminado conmigo y en el metro
un chico que iba con una guitarra me preguntó cuál era mi canción
favorita. Tocó "Imagine" y cuando le quise dar una propina, la rechazó y
dijo: 'sólo quería verla sonreír'".
"Estaba sufriendo un dolor terrible por la
muerte de mi padre y mi hermano, e iba camino a casa. Salí del tren a
tropezones y llorando, y convencida de que era invisible para el mundo.
Pero una mujer se acercó a preguntarme si estaba bien. Me dejó con una
calidez en el corazón".
Y a veces, las lágrimas brotan por otro tipo de
pérdidas. La londinense recuerda un día en el que todo un vagón ayudó a
acallar el llanto de un niño.
"Oí al niño llorar y levanté la vista de mi
libro. Su globo de helio se le había escapado y ya casi no lo podía ni
ver. Alguien lo alcanzó y empezaron a pasarlo desde el otro extremo del
vagón. Todos terminamos sonriendo, no sólo el chico que recuperó su
globo".
En otro tren, un padre no lograba hacer que sus
dos pequeños hijos dejaran de llorar, así que un pasajero que estaba
cerca sacó de un tubo que llevaba un puñado de plumas de pavo real y les
empezó a hacer cosquillas con ellas. "Hizo que todo el vagón se
empezara a reír, contagiados por las carcajadas de los deleitados bebés.
Y el agradecido padre dejó escapar el suspiro de alivio más profundo
que he oído".
Burbujas
Pero en otras ocasiones, ocurren cosas sencillamente porque sí.
Sarah estaba en el metro con su hermana cuando otro pasajero encontró una botella de líquido para hacer pompas de jabón.
Hay cosas que hacen que todo un vagón sonría.
"El chico empezó a llenar el vagón de burbujas y
luego se lo pasó a la mujer que estaba sentada a su lado. Todos
terminamos haciendo pompas de jabón y muertos de la risa".
Otra chica recuerda como un día, "el caballero
que estaba sentado frente a mí no paraba de mirarme y de escribir algo
en un pedazo de papel. Cuando volví a mirarlo, había levantado el papel y
en él se leía: 'eres bella'. Para mí es inolvidable, no sólo por la
amabilidad de decir palabras tan bonitas, sino porque tuvo la valentía
de hacerlo".
Y luego están las muchas historias sobre los esfuerzos que hace la gente por devolver propiedad perdida.
Como la de un hombre que encontró el teléfono de
un estudiante asiático y llamó a Australia a pedir que le ayudaran a
ubicarlo en Londres para poder devolvérselo.
O la de Sam, quien al bajarse de un tren, vio
que un hombre golpeaba frenético la ventana y gesticulaba: "¡la próxima
estación!", mientras le mostraba su teléfono. "Me monté en el siguiente
tren y en efecto estaba esperándome, junto con su esposa y tres hijos.
Puso el teléfono en mi mano y salió corriendo. Nunca pude decirle
gracias".
Cuando la pérdida es aún más preciosa, también hay alguien dipuesto a ayudar.
"Mi hermano y yo eramos pequeños cuando vinimos
por primera vez de vacaciones y mi padre estaba cargando todas la
maletas. Cuando vimos el tren, salimos corriendo y nos montamos a pesar
de que nos gritó que no lo hiciéramos. El tren partió con nosotros pero
sin él. Una señora que nos vio llorando, se bajó con nosotros y esperó
hasta que mi papá nos encontró".
Amable exploración
El artista Michael Landy quería explorar la amabilidad.
Quien maneja el proyecto es el artista Michael
Landy, famoso por destruir todo lo que poseía en la vitrina de una
tienda en Oxford Street.
"Estaba buscando la situación idónea para
explorar cuál es el valor de la amabilidad, qué significa y que tipo de
intercambio implica el darle una mano a alguien", señala Landy.
El metro, a juzgar por las historias que todavía
siguen llegando, es un buen lugar. Gestos amables que se quedan en la
memoria de sus usuarios suceden en los vagones de los trenes, en sus
corredores, en las escaleras... y hasta en sus puertas.
"Al salir de la estación de Oxford Circus una
noche de lluvia torrencial, me quedé mirando derrotada los ríos que se
habían formado y una mujer pasó con un paraguas de golf. 'Aquí hay
suficiente espacio para dos', dijo...
Se me pusieron los pelos de punta esta mañana leyendo esto.... un beso amig@s desde Londres.
-Laury-